Marcianos en la Aste Nagusia de Donostia

Tomé un vuelo de Doha (Qatar) a Madrid hace unos días y me encontré con un avión repleto de peregrinos chinos de Hong Kong, jesuitas para más señas, con destino a la capital española. Eran la avanzadilla de esos centenares de miles que aclamarán al rey de la cristiandad en la ciudad del equipo merengue. Soporté sus cánticos, sus rezos en voz alta, sus extravagancias. En fin, después de siete insoportables horas de vuelo supuse, equivocadamente, que se trataba del pasaje exótico del mes.
Llegué a Donostia al inicio de la Aste Nagusia y comprobé el espacio ganado a la intolerancia, el asentamiento de La Flamenca y un ambiente destapado. La calle rezumaba novedad. Y vaya que novedad. No tuve que recorrer demasiadas aceras para percibir que, horror, los jóvenes de Hong Kong me habían acompañado y que, con ellos, miles de peregrinos católicos de todas las latitudes.
Peregrinos que disfrutaban de “suelo español” y de la brisa marina antes de desplazarse al horno madrileño. Pronto comprobé que los exóticos eran precisamente los chinos. El resto eran calcaditos, en su mayoría. Pelo corto, rapado al estilo marine norteamericano, rubios en muchos casos. Con banderas de Francia, Italia, Croacia, Chile, Suecia, Noruega (temor a los católicos noruegos)… y el Vaticano.
La pasada noche, precisamente, el exotismo llegó a su paroxismo. Me encontraba en una esquina de la antigua calle Ikatz, junto a una pintada que decía “Razinger pedófilo”, cuando a lo lejos se divisaron dos banderas y un estruendo como de marcha militar. Los jóvenes católicos, con su bandera del Vaticano al frente. En la boca del lobo.
Silbidos, frases ingeniosas… pero como se dice ahora, con respeto. Flipante. Un grupo de 40 muchachos, de no más de 20 años, más blancos que la ostia divina y bien vestidos, recorrieron el corazón de una calle atestada de vasquitos. A paso ligero. Al final una bandera francesa.
La edad tiene sus gestos. Me puse las gafas de ver y pude comprobar que el que portaba la bandera tricolor llevaba una camiseta con el lema “Corsica Nazione”. Uno de mis compañeros lo tuvo claro: “es la última vez que tomo drogas”. Yo, que hace tiempo que lo hice, llegué a pensar, sin embargo, que Tim Burton se había decidido a filar la segunda parte de “Mars Attacks!”.