Etchezar

“Yo estoy allí, y hasta que allí vuelva, no me encontraré” decía hace nada menos que cincuenta y cinco años Vicente Amezaga desde Buenos Aires. Los escritores vascos fuera de nuestra Euskal Herria peninsular o continental han marcado, siempre, ese punto de ilustración y nostalgia… ese desasosiego del que hablaba Fernando Pessoa. 

Muchos de ellos no volvieron, como Vicente Amezaga, pero sus hijas e hijos echaron raíces en todos los rincones del mundo. Mirentxu y Arantxa Amezaga, hijas de Vicente, se convirtieron en escritoras al otro lado del Atlántico, con la mirada puesta en Vasconia. Otras y otros, en cambio, desaparecieron de nuestro pueblo, esparciendo las semillas que luego los apellidos han recuperado su origen. 

Cómo no recordar, entre ellos, al poeta bonaerense Esteban Echeverría y a su compañero Juan Bautista Alberdi que en la primera mitad del siglo XIX difundieron el liberalismo y el romanticismo por Argentina. O a José Gorostiza de quien Octavio Paz dijo era el T.S. Eliot de México. O al limeño José María Eguren a quien compararon con Edgar Allan Poe. Todos ellos hijos o nietos de Euskaria, movilizados por las convulsiones de la diáspora política, social o económica. 

Pero un país no se hace solo con los propios y los lejanos, sino también con los extraños que un buen día se acercaron. Fue, por ejemplo, el caso de Julien Viaud quien después de recorrer el mundo llegó a Lapurdi para morir en Hendaia en 1923. Conocido con el seudónimo de Pierre Loti, Viaud nos dejó varios frescos y artículos. En 1892, haciendo un ejercicio de futuro, escribía: “Nuestras comarcas de Europa ¡ay! Cada vez se asemejan más unas a otras. Por esto, después de un año que yo vivo aquí, esta Euskalerria, sin haber descubierto en ella nada de particular, sin haberme dado cuenta de ello, se ha ido apoderando de mi adhesión”. 

Loti fue recordado por ese magnífico libro de Ramuntcho. En sus páginas, como atrapando la misma nostalgia de Vicente Amezaga, Loti decía: “No, no os marchéis para siempre; los países lejanos son buenos para los días de la juventud, pero es preciso volver a Etchezar; aquí hay que envejecer y morir; en ninguna parte del mundo dormiréis como en este cementerio, junto a la iglesia, donde podáis oír mis voces aun estando sepultados en la tierra”.

Siguiente Post