No se trata el t铆tulo de este art铆culo del nombre de un bar de alterne o de un tugurio al estilo del Cotton Club en el que tocaban las mejores bandas de jazz. Son, aunque cueste creerlo, los dos apellidos de un compatriota que vivi贸 hace a帽os, que hizo la guerra civil de 1936 y, finalmente, como tantos otros, sufri贸 la c谩rcel por su convicci贸n republicana. Los apellidos pueden sugerir su origen.
Antonio Sal贸n Cubano era vecino de Bilbao, de fuertes convicciones anarquistas, que se alist贸 en el batall贸n Isaac Puente, aquel que hizo homenaje con su nombre al m茅dico de Maeztu que fue ejecutado por un pelot贸n fascista. Ten铆a dotes de mando y, en poco tiempo, lleg贸 a teniente del Ej茅rcito vasco. Cuando las tropas de Franco entraron en Bilbao, Antonio qued贸 copado y detenido en los Escolapios. En febrero de 1939, Sal贸n Cubano fue juzgado por 鈥渆star al servicio de los rojo-separatistas鈥.
La sentencia de la condena por la que Antonio fue castigado a 15 a帽os de presidio es todo un monumento a la imbecilidad humana. M谩s a煤n, el texto de la condena es, desgraciadamente, imperecedero. Valdr铆a para 1939, como as铆 fue, pero tambi茅n para 1492 o 2005. Es la misma esencia de este mundo tan mal repartido, el paradigma de que la evoluci贸n y el progreso es pura quimera cuando est谩 en juego la supremac铆a racial.
Porque Antonio era negro.
Y seg煤n reza la sentencia, 鈥渁unque perteneciente a la raza negra, de nacionalidad espa帽ola鈥. Y tambi茅n seg煤n reza la sentencia 鈥渃arente en absoluto de conocimiento y dotes culturales鈥. Sentencia firmada por un teniente general cuyo nombre no merece la pena siquiera citarse.
Hemos asistido y asistimos a la degradaci贸n sistem谩tica y racial de centenares, miles, millones de 鈥淪al贸n Cubano鈥漵 a los que se les hurta sentimientos, pasado, familia… y se les transforma en meros 鈥渋ndocumentados鈥, 鈥渋legales鈥 o cualquiera de esos eufemismos tan en boga entre la clase period铆stica del Primer Mundo.
Es mentira que la igualdad racial sea respetada en nuestras sociedades. Es mentira que los negros hayan visto reconocida, a pesar de la sistem谩tica oposici贸n hist贸rica de la Iglesia, sus derechos civiles y que 茅sta sea una p谩gina pasada de nuestra cr贸nica m谩s cercana. Es mentira y esa mentira, lo sabemos todos a pesar de las declaraciones rimbombantes, 煤nicamente tiene una excepci贸n. El tama帽o de la cartera del negro en cuesti贸n. Entonces, si su fortuna es considerable, algo original por otro lado, ser谩 refugiado pol铆tico de lujo en alguna mansi贸n europea, generalmente francesa.
Las im谩genes de centenares de negros queriendo cruzar la verja del Primer Mundo y su rechazo por m煤ltiples v铆as (tanto violentas como diplom谩ticas) deber铆an ser tan impactantes como las del descubrimiento al final de la Segunda Guerra mundial, en 1945, de los campos de extermino nazis. El dise帽o de la v铆ctima entonces y ahora es id茅ntico. Hoy, estos campos renovados no tienen las verjas en el per铆metro de sus instalaciones ya que han sido trasladadas hasta los l铆mites del Primer Mundo. El gas cicl贸n de hoy en d铆a se llama Sida, leche en polvo, desertizaci贸n, hambre… Ya no hace falta encontrar nuevos Mengueles, ya no hay que preparar trenes especiales. Nuestras sociedades se encargan de digerir como necesario semejante holocausto.
Hemos perdido la condici贸n humana, si alguna vez la tuvimos, y hemos retornado a la puramente animal. Si somos incapaces de parar el desgarro africano, si no somos competentes para apretarnos y compartir habitaci贸n, es evidente que los t茅rminos de la sentencia que conden贸 a Antonio Sal贸n Cubano llevan la fecha de hoy. Todo hace pensar, ojal谩 me equivoque, que el racismo sigue pegado a nuestros poros con una intensidad atroz.
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