Pio Baroja

El ocaso en la vida de las personas nos suele traer sorpresas de última hora, como aquellas andanadas españolistas que atribuyeron a Sabino Arana. A Pío Baroja le atrapó la guerra civil española con 64 años, cuando él mismo ya se consideraba un anciano que sobrevivía en la miseria. En estos tiempos, esa edad no sería nada espectacular pero no hay que olvidar que, a principios de este siglo, la esperanza de vida vasca rondaba los cuarenta años. La guerra aspiró convulsivamente a Baroja y, a pesar de que estuvo en un trance de ser fusilado por los carlistas, no vio tan mal las veleidades de los militares sublevados, aunque, por si acaso, marchó al exilio.

Desde París, Don Pío, escribió para no perder la costumbre o quien sabe si atrapado por la añoranza y, en mayor medida, para ganar unos pocos francos que le pagaban desde un diario bonaerense. Sus primeros artículos e impresiones los reunió en un libro que se publicó en Chile en 1939 bajo el título de Ayer y hoy y que ha sido rescatado hace bien poco por una editorial española. Su segundo trabajo ha permanecido inédito hasta que hace unas semanas lo ha editado Caro Raggio bajo el encabezamiento de Aquí París. Ambos barojianos hasta la médula.

Para los seguidores de Baroja, entre los que me incluyo, estos dos trabajos suponen una pequeña decepción si se leen con ojos de analista. Craso error. Baroja permaneció soltero hasta su muerte a pesar de tener proposiciones de lo más atractivas. Jamás tuvo compañeros políticos. Y si en Ayer y hoy hay excesivas concesiones a los militares, algo que ellos no creyeron pues prohibieron sus libros, en Aquí París se le encuentra más desenvuelto y alejado del terror que le produjo verse ante un pelotón de fusilamiento: “A mí no me importa nada que haya Congreso o que no haya Congreso, que se vote o que no se vote. Todo eso es tan exterior y tan falto de interés que no me preocupa absolutamente nada. Ni me da frío ni calor. Es como si me dijeran que van a suprimir el fútbol o las corridas de toros. Por mí que los supriman”.

Yo me quedó con su propio resumen: “Ya, para mí, todo es pura nostalgia que empieza y acaba en ella misma, y que no arrastra, ni ambición, ni ilusión, ni pretende realidades auténticas”.

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